La tristeza de trabajar es probablemente incomparable a la tristeza de no tener trabajo.
La una peca de cansancio.
La otra, cansada, peca de no poder decir; “estoy cansada”.
La una se desmaya en el sofá, extiende sus piernas y exclama “¡hoy no hago nada!”.
La otra, avergonzada, no encuentra un momento, pues no se permite sentarse, no se siente con derecho a parar, pues nadie opina que tenga razones para ello.
Son dos tristezas confrontadas.
La una con derecho social a existir, a reclamar más tiempo, más dinero, a reclamar que no puede más, que esta harta.
La otra con la desgracia de no ser parte de nada, de ilegal, de busca-fortunas, de trabajar tanto o más y de estar infravalorada, no remunerada.
Se miran con ojos de desconfianza. Deseosas de ser la tristeza ajena.
Ojalá tuviera más tiempo – suspira la primera.
Mientras la segunda en silencio, piensa:
Ojalá mi tiempo valiera.
Genial
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Gracias
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A ti😊
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