Chorizo pamplonica

«hablemos
de lo que quieras
pero
hablemos
de todo
menos del tiempo
que se escurre
entre los dedos» (…)

Dorian

Tengo un recuerdo sobre el verano que me sobreviene a veces.

Recuerdo la luz traspasando los agujeros de las persianas, el ruido de una mosca que golpea constantemente el cristal de la puerta. Un ruido de un coche que llega. Recuerdo salir descalza al balcón con la ilusión de haber reconocido el motor del coche de mi madre.

Las horas largas del sol, el zumo de piña y galletas. Las alpargatas de mi abuela, el chorizo pamplonés, las manos y las uñas negras.

Las chanclas haciendo clac clac, mientras bajo los escalones de tres en tres para recibir a mi madre. El verano es enorme, tengo una revista Super Pop y varios tatuajes de pegatina en mis antebrazos. Leo el horóscopo y veo fotos de adolescentes, que narran sus primeros besos.

La manta atemporal que cae en la faldilla de la mesa redonda. Las risas de mis primas en el piso de arriba. Los naranjos llenos de hojas, el cemento caliente.

Recuerdo el calor ardiente cuando sin querer piso el suelo, al doblarse malamente la suela de mis sandalias. Mi madre tiene el pelo rizado, tintado de rubio, me abraza y me agarro a su cadera y barriga, apretándola contra mi mejilla. Se acabó el aburrimiento. Seguro que me trajo un libro.

Cae la tarde poco a poco, ya se acaba la telenovela que tiene enganchadas a mis primas. No les he visto el pelo en todo el día. Ellas dicen que hace demasiado calor para jugar en la calle. Ahora van saliendo, poco a poco. Ahí, asoma Mari, saludando desde el balcón a mi madre. Esta jugando a la Game Boy. Se oyen perros que ladran. Subo a mi madre por las escalera, tirando de su mano, para que sea mas rápida. La arrastro, y ella suavemente me dice: Espera, he olvidado algo en el coche. Entonces me da algo en una bolsa, cuadrado del tamaño de un libro. Para que no te aburras más, me dijeron que te acabaste el ultimo que te traje, el otro. La miro con amor, mi madre salva las tardes de verano. Aunque ella, mañana, al mediodía se sentara sola, jugando al solitario, y posando las cartas de la baraja lentamente, me dirá, también en tono cansado: hace mucho calor para jugar, cariño.

Ese es mi recuerdo del verano, fechado en los 90. Este verano, sin embargo, se presenta un poco vacío de planes, veinte años después, el día es mas corto y nadie me llama al timbre para bajar a jugar. Llegará septiembre y no volveré a la ciudad. No tendré mochila nueva, ni libros nuevos, ni unos nuevos zapatos.
Llegará el otoño y no estaré morena, ni tendré arena entre los dedos, ni quemaduras en las rodillas.
Luego llegará el fin de año y tendré que pedirle a alguien de rodillas que lo pase conmigo. En un parpadeo pasará el año y los veranos eternos serán solo de aquellos, que aburridos, esperan jugando a que la tarde sea más fría. Recordaran ese verano a fuego, mientras yo me preguntaré donde han ido los tres meses, que pasaron mientras dormían y descansaba, pensando que algunas migajas de verano serian mías, pero no ha quedado nada. 

Noches cálidas, sillas de playa en la calle. Reunion de vecinas, que a la luz de las farolas hacen punto de cruz. Algunas tejen. La farola esta llena de mosquitos, y de vez en cuando alguno se achicharra. Una pelota que rebota contra la pared, un gato que huye asustado. Abanicos, luz amarillenta y olor a naranja. Es el mejor momento para salir a la calle. Corre el viento y se refrescan las ideas.

Dame noches de verano, aunque no pueda dormir, aunque me coman los mosquitos, aunque me aburra por horas, siempre esperando el caer de la tarde.

 

 

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4 respuestas a “Chorizo pamplonica

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